El precio de la no planificación de los cambios

En el día a día de una organización, los cambios son inevitables: nuevas decisiones, ajustes operativos, actualizaciones tecnológicas o modificaciones regulatorias. Pero ¿qué sucede cuando estos cambios no se gestionan con la seriedad que merecen? Este artículo parte de una experiencia real para invitarte a reflexionar sobre cómo una acción aparentemente

Hace unos días, mientras viajaba hacia una reunión de trabajo, me vi atrapado en un escenario que ilustra a la perfección lo que ocurre cuando no se planifican correctamente los cambios en una organización. Estuve más de 40 minutos esperando en una estación de peaje, junto a decenas de vehículos que, como el mío, formaban una larga y desesperante fila.

¿La razón? Un cambio en la tarifa del peaje, anunciado con anterioridad, no fue adecuadamente planificado ni implementado. El software encargado del cobro no había sido actualizado a tiempo y, como consecuencia, los pagos tuvieron que realizarse manualmente.

Esta situación, aunque puede parecer puntual, generó un impacto profundo:

  • Conductores frustrados, molestos, increpando al personal de las casetas;
  • Colas que obstaculizaron la movilidad de vehículos particulares, de transporte público y de carga;
  • Trabajadores del peaje expuestos al estrés, a insultos y a la presión de usuarios enojados;
  • Un ambiente tenso, caótico y completamente evitable.

Todo esto se pudo haber evitado, o al menos minimizado, si la empresa encargada hubiera aplicado los principios establecidos en la ISO 9001:2015, específicamente en su numeral 6.3 sobre la planificación de los cambios, que exige considerar el propósito del cambio, sus consecuencias, los recursos disponibles y la asignación de responsabilidades antes de su implementación.

Desde la perspectiva de la ISO 45001:2018, el cambio tarifario también implicaba modificaciones que afectaban el entorno laboral: nuevos procedimientos, condiciones operativas diferentes y un aumento en la carga emocional y psicológica sobre los trabajadores, aspectos contemplados en el numeral 8.1.3 sobre gestión del cambio.

Ambas normas coinciden en algo esencial: los cambios deben gestionarse de forma planificada y controlada. No basta con anunciar una modificación: hay que prepararse, prever los impactos, asignar recursos y proteger a todos los involucrados.

Una propuesta metodológica: cómo evaluar un cambio

Ahora bien, ninguna de las normas mencionadas establece cómo debe realizarse esa gestión del cambio. Con base en mi experiencia y en los aspectos clave definidos por ambas normas, propongo el uso de una metodología cuali-cuantitativa. Esta consiste en identificar variables relevantes y evaluarlas mediante una escala de valoración, lo cual permite determinar el impacto del cambio de forma estructurada.

Fase 1: Identificación de aspectos (componente cualitativo)

Algunos aspectos sugeridos para evaluar:

  • Componentes del SG afectados: Determinar si el cambio impacta en los enfoques del sistema de gestión (calidad, SST, medio ambiente, seguridad vial, etc.).
  • Objetivos del SG: Verificar si el cambio afecta directamente los objetivos planteados.
  • Requisitos legales: Establecer si el cambio responde a una exigencia legal.
  • Documentación del SG: Identificar si se requiere modificar procedimientos, manuales u otros documentos del sistema.
  • Duración del cambio: Evaluar si el cambio es temporal, permanente, de corto o largo plazo.
  • Recursos requeridos: Considerar los recursos económicos, humanos o tecnológicos necesarios para ejecutar el cambio.

Fase 2: Escala de evaluación (componente cuantitativo)

Cada uno de estos aspectos puede ser evaluado con escalas simples. Por ejemplo:

  • En el caso de los objetivos del SG, la escala podría ser: Sí (1 punto) / No (0 puntos).
  • Para recursos, podría emplearse una escala de bajo (1), medio (2), alto (3), dependiendo del nivel de impacto o inversión.

Al sumar los puntajes obtenidos por cada aspecto, se puede asignar un nivel de impacto global al cambio (por ejemplo: bajo, medio, alto), lo que facilita la toma de decisiones informadas y la priorización de acciones preventivas

 

Conclusión:

Esta experiencia me dejó una lección clara: los cambios no planificados no solo afectan la eficiencia operativa, sino que también ponen en riesgo la calidad del servicio, la seguridad de los trabajadores y la experiencia del usuario. Planificar es anticiparse, es proteger, es respetar a quienes forman parte de nuestro entorno. No hacerlo tiene un costo, y muchas veces, ese costo lo pagamos todos

8/06/2025

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